Conocimos a Carla Guimarães (Salvador, 1975) cuando ejercía de comisaria en la muestra de cine brasileño, Novocine, organizada en Madrid por la Fundación Cultural Hispanobrasileña. Era 2011, y Ediciones Ambulantes acababa de nacer. Carla brillaba y dignificaba la profesión del cineasta con sus análisis y sus entrevistas a directores y actores. Novocine era ella.
Poco después ya estábamos celebrando y añorando Bahía junto a ella en un bar de Malasaña, y haciendo planes literarios impensables hasta entonces. Descubrimos de inmediato una creadora total, capaz de pasar de los artículos periodísticos a los guiones y libretos teatrales con una cotidianidad que sobresaltaba, alguien capaz de rellenar veinte folios con la última ocurrencia surgida en una charla al atardecer. Las ideas se le acumulaban en la puerta de salida.
Uno de los logros que más nos enorgullecen en nuestros nueve primeros años de vida es haber sido la editorial que publicara, dentro de la colección Cuatro Mil Millas, sus dos primeras novelas: Los últimos días de Carnaval (2013) y Peces que llueven del cielo (2016). Porque Carla Guimarães tiene la necesidad de crear, y el ansia debía plasmarse en dos historias potentes.
Para bien y para mal, buena parte de lo que Brasil es hoy aparece en las páginas de estas dos novelas. Son también historias restrospectivas, familares, subjetivas y personales, que se comunican entre ellas para terminar de rematar la fotografía de lo que para Carla es su estado, Bahía, su región, el noreste brasileño, y su país. Puede que sin Los últimos días de Carnaval no hubiera existido jamás Peces que llueven del cielo, y viceversa. Y puede que sin el contenido de ambas novelas no exista Carla Guimarães.
[Ilustración: Javier Monsalvett].
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